Se llamaba Ilusión. Era una pequeña niña que no comía, nunca tenía hambre. Aunque no comiese, ella seguía engordando.. De que engordaba? De sus suenyos y los de aquellos que le rodeaban, las promesas, los caminos y los consejos. Hasta las habladurías engullía. Nada de lo que tragaba era material, pero ella seguía y seguía hasta que se hinchaba. Le encantaban, en especial, las promesas, que parecían preciosas y que, de grandes y sabrosas, eran en un principio empachantes.. pero al final siempre se quedaban cortas y le dejaban con hambre. Tan grande se hizo, tanto se hinchó que, sin escuchar a su amigo, llamado Audaz, que no paraba de repetirle que no le sentaría bien tanta cantidad de humo y aire, un buen día explotó. Por desgracia, por allí pasaba un chico que se llamaba Sueño y se empapó de los deshechos de la pobre chica.. Intentó limpiarse pero empezó a beber y engullir del aire y del humo y de las promesas y de los sueños..
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